8.4.2009
Ángelez González-Sinde nombrada ministra de cultura
El gobierno ha nombrado a Ángeles González-Sinde como ministra de cultura. Recordaremos que ésta es firme defensora de una de una de las medidas más impopulares de las últimas décadas, el canon de la SGAE. Ese impuesto privado legalizado que incluso los hospitales tienen que abonar a una entidad privada cuyas cuentas se cuestionan cada día más.
Miembro del lobby de la industria más reacia a escuchar y comprender a la ciudadanía, nos encontramos ante alguien que se jacta de su pobre conocimiento de la tecnología y muestra con sus comentarios un absoluto desconocimiento del método científico. Tampoco ha mostrado sensibilidad alguna hacia las tendencias actuales por la que se inclinan miles de creadores en claro detrimento de los modelos de negocio más obsoletos y que ella representa.
La Cultura, la de verdad, se merece algo más que alguien que es capaz de decir cosas como:
hay que seguir peleando para que las descargas ilegales no hagan desaparecer a la industria del cine y para que nuestros administradores comprendan que en el negocio de la Red no pueden ganar sólo las operadoras de ADSL, mientras quienes proporcionamos los contenidos, perdemos.
¿Para qué necesitamos todos una línea de ADSL de no sé cuanto gigas? ¿Para mandar e-mails? Telefónica sabe que el 80 por ciento del volumen de tráfico en sus líneas es descarga de archivos, denunció González-Sinde, recordando que el canon permite que podamos hacer uso privado.
Ha llegado el momento de recordar que la cultura es mucho más que una parte de la industria del entretenimiento. Es mucho más que 70.000 autores de una entidad de gestión en la que sólo un pequeño porcentaje de éstos pueden votar. Es más que una desacreditada institución cinematográfica incapaz de innovar y que en cambio sí logra ahogar esos pequeños rayos de originalidad que de vez en cuando nos animan a todos. Cultura también son los muchos más miles de ciudadanos y/o internautas que creamos en Internet de otra manera. Es también que la ciudadanía pueda acceder a una cultura que le pertenece por derecho propio. Es la delicada interacción entre espectador, creador y tecnología.
Alguien que no entiende el mayor fenómeno en relación a la explosión creativa de las últimas decadas, si no siglos, que supone una herramienta como Internet, difícilmente va a poder representar eficazmente a la cultura. Sólo representa a una pequeña, residual y rancia parte de algo que más bien fomenta el entretenimiento barato y secuestra la auténtica cultura. Este nombramiento parece más bien una clara apuesta por la confrontación entre los poderes y los ciudadanos con capacidad crítica.
La nueva ministra deberá entender que hay mucho más que aquello que dogmáticamente defiende. Las leyes de propiedad intelectual no sirven en la era digital. Ya eran deficientes en la era analógica y no han mejorado como el bien vino con el tiempo. Es hora de estudiar, aprender y escuchar a los electores y futuros electores. La humildad que se le exige, exige también coraje.
En cuanto a los ciudadanos hemos de ser conscientes de que es con nuestra sumisión a un sistema injusto que se puede poner al lobo a cuidar del gallinero; el castigo electoral se debe basar no en la esperanzas de enmienda futuras, sino en los errores pasados ya constatados. El castigo electoral es ya ahora y se debe mantener en tanto en cuanto no se modifiquen las leyes de propiedad intelectual, se libere el dominio público de forma real y se devuelva el control real a los creadores. E Internet es el camino.